OTROS MUNDOS POSIBLES
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Spaghetti- Pablo Reinoso - Foto Juan Tronquoy
Primero, convencernos nosotros
Incorporar
la educación artística a nuestra labor educativa no debe ser una
imposición coactiva que nos haga sentir inseguros respecto a
nuestras posibilidades como enseñantes.
Sino, por el contrario, debe ser una toma de decisión a conciencia que nos de la certeza de que enriquecerá las oportunidades de los niños, jóvenes y nosotros mismos de dar significado a nuestro mundo interior y al de los otros. Se trata de incorporar unas nuevas miradas de las realidades, un desocultamiento que incluya otros canales de comunicación e interpretación tendientes de la deconstrucción y reconstrucción de la experiencia humana.
Sino, por el contrario, debe ser una toma de decisión a conciencia que nos de la certeza de que enriquecerá las oportunidades de los niños, jóvenes y nosotros mismos de dar significado a nuestro mundo interior y al de los otros. Se trata de incorporar unas nuevas miradas de las realidades, un desocultamiento que incluya otros canales de comunicación e interpretación tendientes de la deconstrucción y reconstrucción de la experiencia humana.
Para
promover la experimentación estética o la construcción colectiva
de unos discursos que escapen de la esfera de lo verbal, no
necesitamos ser artistas o eruditos críticos de obras de arte.
Debemos permitirnos y permitir a los otros las experiencias sensibles
que hacen posibles la creación y la apreciación artísticas. En
gran medida esto dependerá de nuestro propio convencimiento de que
las miradas y los discursos sobre las diversas realidades son
múltiples e integran varios códigos de los que, no solo podemos,
sino que tenemos derecho a, apropiarnos.
Generar
situaciones de aprendizajes, en el ámbito de la educación
artística, nos implica. Es decir, las experiencias artísticas
devienen en transformaciones, o al menos resignificaciones, de lo
dado, de los valores que la cultura hegemónica nos ha legado lo cual
implica que nuestras propias certezas se redefinan a la luz de las
urgencias del mundo posmoderno del que somos parte. Un paso
fundamental será entonces asumir el lugar que ocupamos en esas
transformaciones: hasta qué punto las hacemos posibles, hasta qué
punto las obstaculizamos.
Principales retos a los que nos enfrentamos
A
lo largo de nuestra carrera, dentro de los ámbitos formal y no
formal de la educación, vamos recogiendo experiencias que nos
permiten identificar algunos elementos que, a mi juicio, condicionan
nuestras prácticas y, lejos de eso, debieran constituir una base
para la discusión y la acción docente. Se trata de un ejercicio de
nuestra capacidad de dar lectura crítica a las realidades en las que
nuestras intervenciones y mediaciones tendrán sentido.
Muchas
experiencias educativas en diferentes contextos dan cuenta, en la
actualidad, de que las primeras decisiones que debemos tomar los
docentes y educadores se sitúan en la órbita del reconocimiento de
las realidades en las que llevamos adelante nuestra prácticas.
Algunas
de los posibles elementos que condicionan nuestras intervenciones,
son, desde mi juicio, que:
- Siguen existiendo rezagos del modelo de enseñanza implícito en el contrato fundacional escuela – sociedad, mediante el cual, se deben priorizar las ciencias objetivas por encima de cualquier otra clase de conocimiento, y el desarrollo de la intelectualidad en detrimento de las capacidades de percepción y de creación.
- Las actividades en el área de educación artística se realizan, a menudo, en solitario, sin una construcción del colectivo docente y sin una asunción real de los problemas que subyacen en la enseñanza y aprendizaje en ese campo del conocimiento.
- A menudo nos enfrentamos con unos supuestos que, desde los adultos, han permeado y limitado la capacidad de percepción, el desarrollo de la sensibilidad y la capacidad de creación de los niños. Cuesta mucho poner en jaque esos supuestos para potenciar la creación.
- Los maestros nos encontramos, aún, afincados en una postura enciclopedista de acuerdo a la cual nos sentimos seguros “enseñando” verdades empíricamente comprobables y conocimientos dogmáticos. Hay un tema que tiene que ver con el manejo del poder en ello: de cierta manera perecería ser que cumplimos la misión de trasladar unos corpus de conocimiento desde sus ámbitos de generación a los futuros ámbitos de interpretación haciéndonos cargo de su objetivación, de su cosificación.
- Las investigaciones que he realizado acerca de la concepción de la importancia de la educación artística en niños y docentes me permite sostener que la idea que persiste en los adultos es que el arte se debe enseñar para que los niños conozcan la cultura (una cultura dada de la que ellos serán meros receptores).
- Aún prevalece una consideración de lo artístico como la realización de los talentos de personas “elegidas” para acrecentar los bienes culturales de nuestras sociedades.
- Continúa fuertemente arraigada una mirada moderna de las manifestaciones artísticas y su correlato con las intervenciones educativas descuidando y, a veces, desconociendo, los rasgos que definen la posmodernidad.
- Aceptar y situarnos en una pedagogía que privilegie la diferencia como rasgo esencial de las culturas, supone renunciar a nuestras certezas y al metarrelato de una cultura hegemónica de la cual los maestros nos sentimos, a menudo, embanderados.
La
incorporación, en nuestra educación formal, de un área curricular
que propone contenidos específicos de las Artes es reconocida como
un avance, como un logro que apunta a dar solución a unos aspectos
deficitarios de la educación en nuestro país. Aún así, falta
asumir cómo y en qué medida esas prescripciones irán acompañadas
de acciones reales.
Por
otra parte, en nuestra sociedad, y básicamente en las localidades
del interior del país, las propuestas de educación no formal en el
área artística son de iniciativa privada o municipales. Sin
embargo, lo que he observado a lo largo de estos años, es que las
ofertas a nivel municipal responden a un concepto de la enseñanza
artística como especialización en determinadas técnicas y no con
un sentido holístico. Es decir, no se enseña en el arte y para el
arte, sino que se enseña a dibujar o a trabajar en cerámica, o a
tocar un instrumento.
Al
mismo tiempo, gran parte de las experiencias que existen a nivel de
ONGs que atienden a poblaciones deprimidas económica y
culturalmente, revisten un carácter más bien asistencialistas y aún
cuando en algunas ocasiones incorporan experiencias de trabajo en el
área artística, éstas no son sostenidas en el tiempo, ni
concebidas con la real importancia con que se debieran considerar.
Falta
mucho por hacer, empezando por el reconocimiento de las necesidades
reales de las sociedades actuales y el trazado de un diseño
curricular a conciencia.
Por qué incluir el arte como conocimiento autónomo
- Es una manifestación cultural inherente a los seres humanos.
- Resulta de una serie de experiencias perceptivas y sensibles que desarrollan un pensamiento particular.
- Posibilita otras maneras de ver el mundo propio y compartido con otros.
- Permite el desarrollo de técnicas y habilidades que hacen posible la comunicación.
- Ofrece la interacción con otros mundos posibles que trascienden el universo material.
- Desarrolla las capacidades de simbolización, representación e imaginación.
- Potencia los procesos creativos .
- Enriquece la capacidad de sentir placer.
- Aporta elementos para la formación de la identidad y las identidades culturales.
- Promueve el desarrollo de la autoestima y la capacidad de interacción .
- Es tan necesario como aprender lengua, ciencias, matemática, o tener actividad física; es un componente potencial de nuestra capacidad de ser, hacer, conocer y estar en el mundo.
- Permite que sucedan “cosas” que ninguna otra área del conocimiento puede propiciar.
- Permite soñar, proyectar y realizar expectativas, miradas originales, cuestionamientos, críticas, transformaciones, de lo que no es dado por los otros.
- Si no se enseña, también arte, se actúa en beneficio de la automatización, la enajenación y desindividualización.
- Constituye un corpus de conocimiento en sí mismo, con unos fines que le son inherentes y con unas posibles metodologías propias, que ninguna otra área puede abordar.
- Lo que no se permite o se hace posible, se niega. Y lo que se niega limita, restringe, acota, somete, determina.
- Promociona el desarrollo de la creatividad, la inteligencia y la sensibilidad de los niños.
- Fomenta la apropiación de la propia cultura en la cual se está inserto y el conocimiento de las manifestaciones culturales de otros.
- Permite la construcción de una visión particular de lo dado que cuestiona, desoculta, fomenta la construcción del juicio estético y por ende, se opone al automatismo y la enajenación devastadora y despersonalizante de las sociedades del siglo XXI.
- Instala unas nuevas retóricas, unas nuevas maneras de cuestionar las realidades.
El
arte debe constituir un conocimiento autónomo en la escuela.
Algunas de las razones que sustentan esta afirmación son que:
La enseñanza del arte en el contexto de la posmodernidad
La
concepción del arte ha cambiado necesariamente, producto de los
cambios de las sociedades y los grupos culturales a lo largo de la
historia. Los contextos, las necesidades y los intereses de
determinados grupos influyentes han determinado las transformaciones
en los modos de producción, de recepción y de significación de las
experiencias artísticas.
En la
actualidad es necesario asumir que la perspectiva moderna del arte ha
caducado y que nos situamos en unos contextos de relación definidos
por los rasgos de la posmodernidad. El arte, como toda manifestación
humana no queda al margen de este fenómeno.
En el
contexto de la modernidad, las cuestiones artísticas se trataron de
explicar desde una perspectiva darwinista, de acuerdo al cual, un
estilo artístico surge como superación de los anteriores (Eneritz
López Martínez, Eva Alcaide Suárez, 2011). De esta manera se
asumían unas formas artísticas universales que daban cuenta de un
intento homegeneizante de los valores culturales y por consiguiente
la concepción de la existencia de un hombre y una civilización
modélicas universales, basados en el discurso hegemónico europeo
del hombre blanco.
En la
actualidad concebimos al arte como algo ecléctico, múltiple y hasta
inclasificable. Esto pautado por las sociedades posmodernas
caracterizadas por la incertidumbre, la multiplicidad de expresiones
y necesidades y por la fragmentación en varios sentidos.
La
posmodernidad deja por tierra el metarrelato de las sociedades
modernas, y valida unas nuevas formas de relacionamiento a escala
global, territorial e interpersonal caracterizadas por la adoración
a la tecnología, la búsqueda del placer inmediato, el desarrollo
voraz del consumismo, los individualismos exacerbados, la premisa de
vivir el hoy como el único tiempo asumible. Estos rasgos del mundo
posmoderno dan como resultado ciertas características que redefinen
los objetos y las experiencias artísticas, sobre todo desde la
década de los años 80. Algunas de los rasgos de la posmodernidad,
desarrollados por las profesoras Eneritz López Martínez y Eva
Alcaide Suárez (2011) en el material didáctico del módulo 3, del
curso de Posgrado en Educación Artística (OEI), son:
- Defensa de lo híbrido
- Desarrollo de las culturas populares
- Descentralización de la autoridad científica e intelectual
- Caída de las grandes narrativas y las verdades absolutas
- Transformación de las mass media como relatora de la realidad
- Pérdida de la frontera entre arte superior e inferior
- Surgimiento del realismo como estudio de la sociedad y la cultura
- Belleza disonante
- Papel preponderante del contexto tanto en la producción como en la significación de los productos artísticos
- Asunción de que las obras admiten y exigen múltiples lecturas e interpretaciones
- Apropiación de elementos históricos para releerlos a la luz de su integración con el presente
- Interés de que los objetos multiculturales reflejen sus orígenes
- Consideración del arte como experiencia íntima del sujeto
- Inclusión del cuerpo y la identidad como ejes centrales de las obras
- Protagonismo de la subjetividad del artista y del espectador que pasa a ocupar la primera línea de la escena artística
- Aparición de las instalaciones como expresiones visuales
- Sustitución de los metarrelatos por los microrrelatos que consideran las voces de otras culturas, géneros y clases sociales
- Existencia de un poliestilismo (utilización de múltiples estilos fusionados, básicamente en la música)
- Aparición de nuevos métodos de “lectura” del arte como la deconstrucción, que consiste en que los elementos conflictivos de un texto sean expuestos para contradecir las interpretaciones fijas (Efland, Freedman y Sturh, 2003)
- Posibilidad de una doble codificación (capacidad de los objetos de incorporar elementos que le son ajenos)
- Incorporación de experiencias corrientes y cotidianas en la danza, así como de nuevas estéticas corporales que trascienden la de los cuerpos estilizados y “perfectos” incluyendo a las personas comunes
- Apropiación de elementos del pasado para combinarlos de las más variadas posibilidades de resignificación a la luz del presente.
Desde
el posicionamiento posmoderno, también el papel del artista y del
auditorio se redefinen. Mientras hay artistas que utilizan el arte
como medio para la crítica social, otros se dedican a explorar
nuevas posibilidades expresivas poniendo a su servicio los más
variados códigos. Lo cierto es que la originalidad en las
expresiones, la individualidad del artista y la recepción unívoca
de las obras están siendo cuestionadas.
En este
contexto de transformación, algunas de las urgencias que se
presentan en el ámbito de la educación artística son:
- Ampliar el imaginario audiovisual de nuestros alumnos
- Dar prioridad a visiones que incluyan la discontinuidad, los dilemas y las múltiples narrativas.
- Asumir que los valores del arte y sobre el arte no son nunca neutrales
- Entender que lo más importante es el contexto y los significados ocultos en los productos artísticos
- Adoptar una pedagogía de la diferencia.
- Reconocer que la obra no es algo acabado y estático
- Incorporar el concepto de audiencia, en el entendido que el público también tiene algo que decir sobre las obras y el significado de las mismas
- No desconocer el vínculo poder – saber y su implicancia en nuestra decisiones docentes para superar el tratamiento formal y compositivo de las obras y revelar sus significados culturales
- No permitir que las voces se silencien
- Asumir que el saber especializado ya no es patrimonio del docente sino que es una construcción que solo es posible en el colectivo que incluye a los alumnos y a la comunidad
- Dar cuenta, a través del currículo, de un enfoque multicultural
- Poner en consideración y a revisión las negociaciones y divisiones del poder en el seno de los diferentes grupos que componen el relato social y a la luz de las diversas circunstancias históricas que las han validado
Algunas premisas claves
Las
sociedades contemporáneas demuestran la ineficacia de las propuestas
curriculares de la educación formal en lo que respecta a la
formación integral de personas situadas en su aquí y ahora.
Asistimos permanentemente a revisiones curriculares y pedagógicas
que no van acompañadas con una nueva construcción, a conciencia,
del concepto de persona, desde el colectivo. Es decir, cambian los
programas pero siguen siendo permeados, en su implementación, por el
contrato fundacional de la escuela moderna.
Otra
cuestión, no menos importante, a debatir es la concepción que
tenemos, los docentes, respecto a los colectivos en los que
desarrollamos nuestras prácticas. Por ejemplo, en el trabajo con
jóvenes, es necesario asumir la diversidad y reconocer sus
particularidades, los rasgos que hacen que los jóvenes integren
determinados grupos y se identifiquen con una visión particular de
su mundo y el de los otros. A menudo la acción de los adultos ha
denotado una intención (explícita o no) de corte “evangelizadora”,
en el sentido de sentirse con un mandato social de trasmitir e
inculcar unas verdades válidas. Las verdades no existen, son vacías
y carecen de sustancia desde la perspectiva de quien las recibe de
afuera. Para educar artísticamente a los jóvenes habrá primero que
redefinir, con ellos, el qué, para qué y por qué de aprender arte,
sentirlo, crearlo y compartirlo, dentro de la propia formación de su
persona.
Otra
de las cuestiones fundamentales en nuestra toma de decisiones en el
área del Conocimiento Artístico tiene que ver con educar para la
libertad como eje para desarrollar las competencias artísticas y
ciudadanas.
Es
fundamental el concepto de libertad en nuestras prácticas docentes.
Los profesores y maestros que trabajamos en instituciones formales
somos los encargados de redefinir el concepto de libertad y depurarlo
de sus connotaciones políticas para someterlo a una transformación
que apunte al desarrollo de la persona, como un todo, como
construcción individual con apoyatura y sustento en el colectivo.
Nuestros alumnos no pueden ser libres si no se encuentran en
ejercicio permanente de su derecho a “tomar la palabra” con los
diferentes medios que le provee la cultura para ello: lenguajes
(incluidos los artísticos). “Tomar la palabra” en el sentido de
formar parte en la construcción de un discurso colectivo que será
el que defina la sociedad actual. Los docentes debemos asumir la
parte de responsabilidad que nos cabe cuando las cosas no suceden.
Todo lo que no se facilita se está negando.
Texto
extraído del libro Otros mundos posibles. De Rossana Pérez
Fernández. Editorial Aula. 2012.
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