domingo, 10 de junio de 2012

EXPERIMENTACIÓN ESTÉTICA


La experimentación estética

Por: Rossana Pérez Fernández



Las actividades artísticas producen unos tipos particulares de experimentación, de vivenciación tanto en los artistas como en los espectadores. Generan unos universos perceptivos y expresivos que dan como resultado experiencias íntimas de reconocimiento de uno con uno mismo y de uno con el otro.
Se trata de la experimentación estética, que no se restringe al campo de las artes, sino que lo trasciende ampliamente.
Si fuera posible que todas las personas pusiéramos en palabras todas y cada una de las experiencias que nos han permitido el gozo estético veríamos que no es un derecho que obtienen algunos pocos elegidos sino que forma parte de la naturaleza misma de ser humano, independientemente del contexto, del talento y de los bienes culturales que nos definan como parte de tal o cual grupo social.
Las experiencias estéticas se viven y nos transforman. No racionalizamos en la misma medida en que sentimos, incluso hay quienes tienen mayor dificultad para poner en palabras sus percepciones sensibles. De hecho creo que gran parte de las personas carece de esa posibilidad.
Las experiencias estéticas transforman todas, en mayor o menor medida, nuestra interioridad e incluso, a veces, eso acarrea cambios de conducta. Vivimos en permanente vinculación con lo que de sublime tiene ser y estar en el mundo, eso nos regocija, nos colma, nos seduce, nos enamora de lo vivo, de lo explícito y de lo oculto.




Experiencia estética

En el ámbito de la estética, la obra de arte es cualquier objeto, situación o fenómeno creado por el ser humano, que es capaz de sostener una experiencia estética y comunicar conocimientos o emociones; expresar ideas o sentimientos; generar placer perceptivo, cognitivo o emocional; representar realidades o producir un choque cognitivo. Genera en el espectador placer, observaciones, recuerdos, sentimientos o ideas, que pueden ayudarle a comprender sus modos de percibir y a comprender o juzgar el mundo en que vive y cómo los seres humanos vivimos en el mundo.
[…] la experiencia estética constituye una experiencia autotélica, es decir, que contiene una satisfacción y finalidad en sí misma. Es un modo de encuentro con el mundo o con los objetos y situaciones que hallamos en él, ya sean naturales o creados por el ser humano, que produce en quien lo experimenta un placer y un tipo de conocimiento peculiar en aquello que percibe o en aquello que comprende.” Pérez, Rossana (2011)



Relato de una experiencia




Esto sucedió hace unos cuantos años. Yo participaba de un taller literario lo cual me había permitido conocer algunas personalidades bien interesantes. Un día, estando en taller, la profesora a cargo nos comentó que en otra ciudad, cerca de la que yo vivía, se estaba poniendo en escena una obra de teatro “extraña”, y esa misma noche se presentaría. Inmediatamente la invité, junto a otro compañero, a ir.
Fuimos hasta la ciudad al salir del taller. En ese mismo momento comenzó mi experimentación, ya que del solo hecho de pensar en el calificativo que usó la profesora al hablar de la obra (extraña) ya se activaron en mí unas expectativas que me llevaron a evocar lo que concibo por extraño y desear ir.
Cuando llegamos fuimos a la plaza principal de la ciudad preguntando por la compañía de teatro (el nombre era todo lo que teníamos). Un grupo de gente que estaba parada en una esquina nos dijo que era allí, que esperáramos. Sin entender mucho de qué se trataba nos unimos a ese grupo.
Unos minutos después apareció un ómnibus viejo, con los vidrios pintados de negro -de hecho todo el coche estaba pintado- por lo que no se veía hacia adentro. Se detuvo frente a todos nosotros (seríamos unas 15 personas). Cuando abrió la puerta salió un ser muy extraño, con un tono de voz fuerte e imperativo y nos obligó a entrar, sin tener tiempo para preguntar nada. Una vez dentro, todo era muy oscuro, no se veía ni a la persona que estaba al lado, solo se oían los pasos de ese ser que caminaba por entre nosotros gritando que estábamos “muertos”, que era un final y un comienzo, que estábamos en su poder, y un montón de cosas más, realmente atemorizantes. No veíamos hacia dónde íbamos, todos estábamos en silencio. Yo empecé a recordar la Divina Comedia de Dante, empecé a sentir un conjunto de sensaciones y emociones que oscilaban entre el miedo y el éxtasis ante lo desconocido.
El viaje duró unos minutos, no sé con certeza.
Se detuvo el coche, nos hicieron bajar, empujándonos, y entrar a un lugar siniestro, con poca luz y de aspecto aterrador, por un pasillo estrecho, donde íbamos empujándonos unos contra otros, hacia un subsuelo. Cuando llegamos nos sentamos en gradas, frente a una gran arena, que me hizo evocar los circos romanos. Entonces comenzó la obra.
Era la representación de un inframundo donde las almas penando, pudriéndose, atacándose unas a otras, adolescentes y enfermas, mostraban episodios de lo más vil de los seres humanos. Gritaban, jadeaban, se lamentaban, imploraban y se regocijaban en su propio infierno. Interactuaban con el público como si fuéramos los nuevos muertos, los recién llegados.
Durante todo el tiempo, no hubo un solo momento que en pudiera apartar todos mis sentidos de esa vivencia. Fue como que me desconecté del resto del mundo y viví “otro mundo posible” (como dice Platón).
Estuve días y días pensando en eso, cuestionándome acerca del frágil límite que puede haber entre lo conocido y lo desconocido, pensando en cuán dueños somos de nuestras certezas, en la belleza que puede haber en lo oscuro, en lo indeseable, en lo que no se quiere mostrar, cuanta poesía hay en el dolor, en la pena; en cómo cuando perdemos control de nuestro medio somos todos la misma cosa (nadie hablaba, nadie dominaba la situación, éramos todos lo mismo). Fue una experiencia maravillosa.



Sobre la belleza




El arte puede no ser bello y ser arte por su propia esencia. Consideremos que el arte, en un sentido genérico, deviene de experiencias humanas en que se ponen de manifiesto componentes conceptuales, perceptivos, sensoriales, emocionales y procedimentales subjetivos. Por tanto, el producto material que resulta de la producción de alguien, posicionado en el ámbito de sus dominios artísticos, es absolutamente personal. Alguien, un ser único, toma la palabra, en sentido simbólico, y utiliza unos medios, soportes y materiales, que considera propicio para expresar lo que tiene para decir acerca de una realidad exterior a sí mismo o de su propio mundo interior. El producto que ha resultado de ese posicionamiento en el mundo puede o no coincidir con las expectativas de quienes lo perciben luego. Pero es válido en tanto expresa siempre un desocultamiento, una evocación de cierto mundo posible.
Es posible que asistamos a la apreciación de ciertas obras, independientemente de las disciplinas artísticas que consideremos, que choquen con nuestro propio concepto de lo bello. Nos resultará tal vez poco armonioso, carente de ritmo, sin contenido, poco original, agresivo, sin equilibrio, etc. ; y sentiremos que ese producto cultural no nos gusta, no nos permite una experiencia sensible que aporte emoción o gozo a nuestra subjetividad.
Todos tenemos un juicio estético en permanente construcción que es el resultado de la interacción de lo que somos, nuestra propia concepción de nosotros mismos en el mundo, los aprendizajes que hemos tenido en ese sentido y de los que nos han privado, las valoraciones estéticas que nos ha legado nuestra cultura y nuestros intereses generacionales. Con ese parámetro medimos lo dicho por el otro (en el sentido más amplio del decir, no restringido al uso de la palabra). Un producto artístico nos gusta o no, o nos es indiferente. Si nos gusta lo consideraremos bello.
El concepto de belleza es absolutamente personal, aún cuando esté permeado por el imaginario colectivo. El trabajo en educación artística no tiene que ver con desarrollar un concepto de lo que es o no bello, sino hacer posibles experiencias estéticas y artísticas que restrinjan cada ven menos la construcción de ese concepto. De cierta manera: hacer cada vez más libres al pensamiento, la percepción y la emoción; no para crear artistas sino para fomentar aprendizajes que le sirvan al individuo para autocrearse.

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