La experimentación estética
Por: Rossana Pérez Fernández
Las
actividades artísticas producen unos tipos particulares de
experimentación, de vivenciación tanto en los artistas como en los
espectadores. Generan unos universos perceptivos y expresivos que dan
como resultado experiencias íntimas de reconocimiento de uno con uno
mismo y de uno con el otro.
Se trata de la experimentación estética, que no se restringe al campo de las artes, sino que lo trasciende ampliamente.
Se trata de la experimentación estética, que no se restringe al campo de las artes, sino que lo trasciende ampliamente.
Si
fuera posible que todas las personas pusiéramos en palabras todas y
cada una de las experiencias que nos han permitido el gozo estético
veríamos que no es un derecho que obtienen algunos pocos elegidos
sino que forma parte de la naturaleza misma de ser humano,
independientemente del contexto, del talento y de los bienes
culturales que nos definan como parte de tal o cual grupo social.
Las
experiencias estéticas se viven y nos transforman. No racionalizamos
en la misma medida en que sentimos, incluso hay quienes tienen mayor
dificultad para poner en palabras sus percepciones sensibles. De
hecho creo que gran parte de las personas carece de esa posibilidad.
Las
experiencias estéticas transforman todas, en mayor o menor medida,
nuestra interioridad e incluso, a veces, eso acarrea cambios de
conducta. Vivimos en permanente vinculación con lo que de sublime
tiene ser y estar en el mundo, eso nos regocija, nos colma, nos
seduce, nos enamora de lo vivo, de lo explícito y de lo oculto.
Experiencia
estética
|
“En el ámbito
de la estética, la obra de arte es cualquier objeto, situación o
fenómeno creado por el ser humano, que es capaz de sostener una
experiencia estética y comunicar conocimientos o emociones;
expresar ideas o sentimientos; generar placer perceptivo,
cognitivo o emocional; representar realidades o producir un choque
cognitivo. Genera en el espectador placer, observaciones,
recuerdos, sentimientos o ideas, que pueden ayudarle a comprender
sus modos de percibir y a comprender o juzgar el mundo en que vive
y cómo los seres humanos vivimos en el mundo.
[…] la
experiencia estética constituye una experiencia autotélica, es
decir, que contiene una satisfacción y finalidad en sí misma. Es
un modo de encuentro con el mundo o con los objetos y situaciones
que hallamos en él, ya sean naturales o creados por el ser
humano, que produce en quien lo experimenta un placer y un tipo de
conocimiento peculiar en aquello que percibe o en aquello que
comprende.” Pérez, Rossana (2011)
|
Relato de una experiencia
Esto
sucedió hace unos cuantos años. Yo participaba de un taller
literario lo cual me había permitido conocer algunas personalidades
bien interesantes. Un día, estando en taller, la profesora a cargo
nos comentó que en otra ciudad, cerca de la que yo vivía, se estaba
poniendo en escena una obra de teatro “extraña”, y esa misma
noche se presentaría. Inmediatamente la invité, junto a otro
compañero, a ir.
Fuimos
hasta la ciudad al salir del taller. En ese mismo momento comenzó mi
experimentación, ya que del solo hecho de pensar en el calificativo
que usó la profesora al hablar de la obra (extraña) ya se activaron
en mí unas expectativas que me llevaron a evocar lo que concibo por
extraño y desear ir.
Cuando
llegamos fuimos a la plaza principal de la ciudad preguntando por la
compañía de teatro (el nombre era todo lo que teníamos). Un grupo
de gente que estaba parada en una esquina nos dijo que era allí, que
esperáramos. Sin entender mucho de qué se trataba nos unimos a ese
grupo.
Unos
minutos después apareció un ómnibus viejo, con los vidrios
pintados de negro -de hecho todo el coche estaba pintado- por lo que
no se veía hacia adentro. Se detuvo frente a todos nosotros
(seríamos unas 15 personas). Cuando abrió la puerta salió un ser
muy extraño, con un tono de voz fuerte e imperativo y nos obligó a
entrar, sin tener tiempo para preguntar nada. Una vez dentro, todo
era muy oscuro, no se veía ni a la persona que estaba al lado, solo
se oían los pasos de ese ser que caminaba por entre nosotros
gritando que estábamos “muertos”, que era un final y un
comienzo, que estábamos en su poder, y un montón de cosas más,
realmente atemorizantes. No veíamos hacia dónde íbamos, todos
estábamos en silencio. Yo empecé a recordar la Divina Comedia de
Dante, empecé a sentir un conjunto de sensaciones y emociones que
oscilaban entre el miedo y el éxtasis ante lo desconocido.
El
viaje duró unos minutos, no sé con certeza.
Se
detuvo el coche, nos hicieron bajar, empujándonos, y entrar a un
lugar siniestro, con poca luz y de aspecto aterrador, por un pasillo
estrecho, donde íbamos empujándonos unos contra otros, hacia un
subsuelo. Cuando llegamos nos sentamos en gradas, frente a una gran
arena, que me hizo evocar los circos romanos. Entonces comenzó la
obra.
Era
la representación de un inframundo donde las almas penando,
pudriéndose, atacándose unas a otras, adolescentes y enfermas,
mostraban episodios de lo más vil de los seres humanos. Gritaban,
jadeaban, se lamentaban, imploraban y se regocijaban en su propio
infierno. Interactuaban con el público como si fuéramos los nuevos
muertos, los recién llegados.
Durante
todo el tiempo, no hubo un solo momento que en pudiera apartar todos
mis sentidos de esa vivencia. Fue como que me desconecté del resto
del mundo y viví “otro mundo posible” (como dice Platón).
Estuve
días y días pensando en eso, cuestionándome acerca del frágil
límite que puede haber entre lo conocido y lo desconocido, pensando
en cuán dueños somos de nuestras certezas, en la belleza que puede
haber en lo oscuro, en lo indeseable, en lo que no se quiere mostrar,
cuanta poesía hay en el dolor, en la pena; en cómo cuando perdemos
control de nuestro medio somos todos la misma cosa (nadie hablaba,
nadie dominaba la situación, éramos todos lo mismo). Fue una
experiencia maravillosa.
Sobre la belleza
El
arte puede no ser bello y ser arte por su propia esencia.
Consideremos que el arte, en un sentido genérico, deviene de
experiencias humanas en que se ponen de manifiesto componentes
conceptuales, perceptivos, sensoriales, emocionales y procedimentales
subjetivos. Por tanto, el producto material que resulta de la
producción de alguien, posicionado en el ámbito de sus dominios
artísticos, es absolutamente personal. Alguien, un ser único, toma
la palabra, en sentido simbólico, y utiliza unos medios, soportes y
materiales, que considera propicio para expresar lo que tiene para
decir acerca de una realidad exterior a sí mismo o de su propio
mundo interior. El producto que ha resultado de ese posicionamiento
en el mundo puede o no coincidir con las expectativas de quienes lo
perciben luego. Pero es válido en tanto expresa siempre un
desocultamiento, una evocación de cierto mundo posible.
Es
posible que asistamos a la apreciación de ciertas obras,
independientemente de las disciplinas artísticas que consideremos,
que choquen con nuestro propio concepto de lo bello. Nos resultará
tal vez poco armonioso, carente de ritmo, sin contenido, poco
original, agresivo, sin equilibrio, etc. ; y sentiremos que ese
producto cultural no nos gusta, no nos permite una experiencia
sensible que aporte emoción o gozo a nuestra subjetividad.
Todos
tenemos un juicio estético en permanente construcción que es el
resultado de la interacción de lo que somos, nuestra propia
concepción de nosotros mismos en el mundo, los aprendizajes que
hemos tenido en ese sentido y de los que nos han privado, las
valoraciones estéticas que nos ha legado nuestra cultura y nuestros
intereses generacionales. Con ese parámetro medimos lo dicho por el
otro (en el sentido más amplio del decir, no restringido al uso de
la palabra). Un producto artístico nos gusta o no, o nos es
indiferente. Si nos gusta lo consideraremos bello.
El
concepto de belleza es absolutamente personal, aún cuando esté
permeado por el imaginario colectivo. El trabajo en educación
artística no tiene que ver con desarrollar un concepto de lo que es
o no bello, sino hacer posibles experiencias estéticas y artísticas
que restrinjan cada ven menos la construcción de ese concepto. De
cierta manera: hacer cada vez más libres al pensamiento, la
percepción y la emoción; no para crear artistas sino para fomentar
aprendizajes que le sirvan al individuo para autocrearse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario