sábado, 6 de junio de 2015

El comienzo

El maestro leyó un cuento. Refería a la historia de un niño que liberaba a unas palomas. El cuento hablaba de un niño y de unas palomas. Había un niño, unas palomas, una situación a resolver por el niño, un momento del día, que era el crepúsculo, y un final feliz: las palomas recuperaban su libertad. Eso era lo deseado por todos espectadores del relato que el maestro leyó en clase. El niño cumplió. 

Después de leer el cuento, ante la atenta escucha de los alumnos de la clase, el maestro pidió que dibujaran lo que más les había impactado o gustado de la historia. Todos se pusieron a trabajar enseguida. Algunos terminaron su dibujo rápidamente y lo llevaron al maestro. Él les sugirió algunas cosas para cambiar o agregar y volvieron a llevarlo, rápidamente. Entonces el maestro tomó el trabajo, lo calificó, y les indicó otras tareas para hacer, esta vez, de matemática.
En la fila de al lado de la puerta, en la primera banca, estaba Julia. Seguía trabajando en su dibujo y ni se dio cuenta que los compañeros estaban terminando y ya en otra cosa. Ella seguía y seguía concentrada en su trabajo. El maestro no la interrumpió.
La niña estaba preocupada por lograr que el cielo fuera realmente el cielo que se observa en el crepúsculo. Había pensado en representar al niño, con una paloma en la mano, a lo lejos una parte de la pared de su casa y de fondo el cielo del crepúsculo. Los dibujos estaban hechos hace rato, pero quería lograr el azul justo del cielo, eso le llevó mucho tiempo. Coloreaba y volvía a colorear encima, porque no se convencía del color. Ella quería que su dibujo dijera que había sucedido a la hora del crepúsculo, eso quería que dijera. El maestro miraba desde el escritorio, sin interrumpir.
Ya casi a la hora de la salida, la niña se acercó con el cuaderno en la mano y dijo que había terminado su dibujo. Estaba feliz. El maestro tomó el cuaderno, lo miró y se empezó a reír. No notó el crepúsculo que había nacido en esa hoja a rayas. Se reía. 
Ella, con ganas de llorar, lo miró y esperó la crítica. El maestro le devolvió el cuaderno y le dijo: “¿Por qué perdió la cabeza?” 
La niña miró su dibujo, y vio a un niño en primer plano, con una paloma en su mano, la esquina de una casa a la izquierda, detrás del niño. Al personaje le faltaba la cabeza y en su lugar, explotaba un crepúsculo.

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